9 / viernes - octubre de 2015

Semana 41. 282/83
Dionisio.

En la antigüedad, la única manera que existía para calcular la velocidad de un navío era arrojar algo al agua y observar lo rápido que se alejaba. Este método se utilizó durante mucho tiempo hasta que, entre los años 1.500 y 1.600, los marinos holandeses desarrollaron la corredera de barquilla. Este equipo de medición usaba una placa de madera, generalmente con forma de triángulo, con un peso en uno de los extremos para que flotara de forma vertical en el agua. La placa estaba atada a una cuerda larga y delgada, enrollada en un carrete. Para medir la velocidad de sus embarcaciones, los marineros lanzaban al agua la piedra de madera con una cuerda que tenía nudos distribuidos a una distancia regular entre sí. De ese modo, cuanto más rápido se movía el barco más rápido se desenrollaba la cuerda. AL contar el número de nudos que salían por la borda y el tiempo transcurrido (medido con un reloj de arena), los antiguos marinos podían determinar la velocidad a la que avanzaba el navío. El intervalo entre los nudos y el tiempo variaba de una nación a otra, pero a mediados del siglo XVIII se estableció la equivalencia de los nudos a 1/120 de una milla cada 30 segundos. Desde entonces, esto se ha estandarizado basándose en la milla náutica, que corresponde a 1,852 metros. Un nudo equivale, por tanto, a una milla náutica por hora, que a su vez corresponde a 1,852 m/h.
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